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El sueño es una necesidad fisiológica básica que se define como un estado de inconsciencia, del cual despierta la persona con estímulos sensoriales u otros. El descanso y el sueño son aspectos fundamentales para mantener la salud. El gasto de energía que consumimos durante el día, se repone en parte durante el sueño y esto permite un funcionamiento óptimo del organismo.

 

El sueño se puede ver alterado por diversos factores; partiendo de la definición de la alteración del patrón del sueño, como la alteración del patrón sueño que causa malestar o interfiere en el estilo de vida deseado, se consideran como factores que parecen mostrar algún tipo de relación con este problema las alteraciones sensoriales:

  • a.       Internas: Enfermedad, estrés psicológico.
  • b.       Externas: Cambios ambientales, claves sociales.

Un patrón normal del sueño puede ser alterado cuando el paciente presenta una enfermedad o necesite de un cuidado particular y no puede proporcionar el descanso que el paciente necesita y esto constituye una alteración que desgraciadamente va repercutiendo en la terapéutica del paciente.

Cuando se consideran todos los factores tanto internos (enfermedad) como externos (ruidos, luces, compañeros de habitación…) que repercuten de forma negativa sobre el descanso y sueño del paciente hospitalizado, es sorprendente comprobar cómo algunos pueden dormir a pesar de todo. El profesional de Enfermería debe minimizar dichos factores para que los pacientes no modifiquen su patrón de sueño habitual y de esta manera facilitarles el descanso nocturno.

Diseñar un soporte para facilitar el seguimiento de la duración y características del sueño de los pacientes, respetando los ciclos circadianos y paliar las variaciones del ciclo sueño-vigilia que sufren modificaciones con la enfermedad y la edad.

  • Alimentos, infusiones, si precisa.
  • Ropa de cama comoda, si precisa.
  • Medicación prescrita.
  • Objetos personales.
  • Mantener al paciente lo más cómodo posible (cama confortable, infusiones relajantes.)
  • Reducir al máximo la estimulación ambiental nocturna: luz, ruido, temperatura, olores, etc.
  • Realizar sólo aquellas intervenciones consideradas necesarias durante la noche.
  • Hablar en voz baja, no encender las luces de forma innecesaria.
  • Aliviar la causa del insomnio con medicación si fuese necesario.
  • Evaluar el tiempo de permanencia en cama, sobre todo durante el día; siempre que sea posible, limitar el sueño al período nocturno.
  • Apagar los televisores antes del inicio del sueño, porque, visualmente, son estimulantes y sus ondas electromagnéticas son malas para la salud.